Llevamos cerca de tres semanas de la más gigantesca y sostenida lucha del pueblo colombiano contra el narco-gobierno neoliberal del presidente Uribe-Duque
millones de gentes, que el 28 de abril, salieron de la Colombia profunda, de todas partes, de los resguardos indígenas, de los campos, de las veredas, de las poblaciones urbanas pequeñas, medianas y grandes, de las barriadas, comunas y localidades de las grandes ciudades, se tomaron los caminos, las carreteras, las calles, las grandes avenidas y las plazas públicas en todo el territorio nacional y, hechas multitudes, alzaron su voz para decirle al gobierno ¡basta ya! de tanta ignominia y tanta injusticia, de corrupción y saqueo de los recursos públicos, de violencia, masacres, feminicidios, asesinatos de líderes y lideresas sociales, exterminio de indígenas, desapariciones, de genocidios, pobreza, miseria, desempleo, represión y terrorismo de estado, de ruina generalizada, en fin de estos y tantos otros males y oprobios causados por más de dos décadas de hegemonía de Álvaro Uribe Vélez sus cómplices y sus paquetazos neoliberales.
Tanto el gobierno, como los medios de comunicación masiva a su servicio y el propio Comando Nacional de Paro, esperaban que el 28 de abril se hiciera como una jornada más de protesta ciudadana, convocada contra la regresiva “Reforma Tributaria” presentada al congreso con un falso ropaje de “solidaridad”, un paro corto. Pero ¡Oh sorpresa! lo que hemos vivido en estos días de multitudinarias luchas callejeras, es una huelga de masas, una verdadera insurrección popular, en la que dijeron presente millones de colombianos y colombianas a lo largo y ancho del territorio nacional, una lucha de largo aliento.
Esta gesta es mucho más que el estallido social que significó la gran rebelión del 9 de septiembre de 2019, en el que la gente salió masivamente a expresar su indignación por el asesinato del estudiante de derecho Javier Ordoñez, contra la brutalidad policial y exigir que se hiciera justicia, no tenia propósitos distintos. En esta ocasión la rebeldía expresada en masivas y sostenidas luchas callejeras, además de ser una explosión social, está cargada de justos objetivos de amplio contenido democrático, se trata de un ejercicio de democracia directa en las calles, con propósitos de justicia y de claro contenido político contra el poder constituido.
Además de la exigencia del retiro de la regresiva y fiscalista reforma tributaria, que atendía los requerimientos de FMI y favorecía los intereses de los milmillonarios, los gremios económicos y el gran capital extranjero, la huelga de masas en curso pretende que el proyecto de ley 010, mediante el cual se privatiza aún más el derecho a la salud y se hacen mucho mas gravosas las condiciones de trabajo del gremio médico, las/as enfermeras/os y demás personas que laboran en el sector, sea archivado, que el decreto 1174, el de la contrarreforma laboral de contrabando, que impuso condiciones de trabajo aún más precarias y despojó de elementales derechos a la clase trabajadora, sea derogado.
Así mismo, exige que el acuerdo de paz sea cumplido en todos sus términos, que se ponga fin al terrorismo de estado, a las masacres y al genocidio continuado, que el gobierno desista de las fumigaciones aéreas con glifosato, así como, de la contrarreforma pensional, que se respeten la vida y los territorios indígenas y las decenas de acuerdos con la minga sean cumplidos, educación gratuita, renta básica, vacunas ya para todo el pueblo y 130 razones más consignadas en el pliego de exigencias presentado por el Comando Nacional de Paro desde 2019. No hay duda de que se trata de una lucha radical contra este gobierno incapaz, injusto asesino, corrupto y neoliberal.
La radicalidad de las masas es ostensible y sostenida, no se trata de una reacción espontánea frente a las intenciones de gravar la comida y los ingresos de los pobres, la reforma tributaria explotó la indignación y la insurrección popular que ya había plantado su raíz en el gran motín de 2019 y continuado a lo largo de 2020 de forma larvada mediante esporádicas y débiles acciones de protesta, atrapadas por el pánico a la pandemia difundido por los medios masivos, el remedo de cuarentena impuesto y el control policivo con el ESMAD desplegado en las calles de pueblos y ciudades durante el 2020, para resurgir, en estos días de abril y mayo, como pueblo insumiso, en desobediencia civil, en rebelión popular y de masas contra este narco-gobierno fraudulento, corrupto, incapaz y autoritario. Asistimos al pico mas alto de la lucha de clases en nuestra historia, las cifras de la participación y alcance de la huelga así lo demuestran; según lo reconoció el propio ministro de defensa al aceptar que, del 28 de abril al 12 de mayo, se han realizado 5.500 manifestaciones en 725 municipios del territorio nacional. Es un dato oficial no muy confiable, pero con seguridad son mucho más.
Es verdad que las centrales sindicales han jugado un papel importante, tiene su aporte; pero, esta revuelta social y popular desbordó las estructuras del movimiento sindical y sus organizaciones, porque ha contado con la participación amplia y masiva de las clases trabajadoras, campesinas, de negritudes e indígenas, pensionados, informales, camioneros, taxistas, desempleados/as, recicladores/as, docentes, empleados/as públicos, artesanos/as, amas de casa, pequeños, medianos y arruinados empresarios, artistas, grafiteros/as, en fin, es la huelga de masas de la más vasta composición racial, social y cultural que se haya presentado en nuestra historia.
Pero no hay duda de que la juventud y las mujeres, irrumpieron como actores determinantes y ejercieron el liderazgo de las muchedumbres movilizadas. Los jóvenes porque entendieron que en este régimen neoliberal y autoritario carecen de oportunidades y de futuro, su lucha es por el derecho a la educación gratuita y de calidad, desde el prescolar hasta la universidad, por salud gratuita, universal y de calidad prestada por el estado y para todos y todas, por empleo digno y estable y por la superación del modelo neoliberal y su falsa promesa de exitismo. Las mujeres porque desde su mas variada condición social, racial y cultural se agruparon en su lucha colectiva contra la discriminación, el acoso y la violencia sexual, los feminicidios, por su reconocimiento de sus derechos en igualdad con los hombres, contra la opresión y el dominio impuesto por el estado patriarcal – el macho violador - y el capitalismo.
Colombia entera y el mundo son testigos del alto precio que ha pagado el pueblo por ejercer su derecho a rebelarse contra la injusticia, la explotación, la pobreza, el despojo, la guerra, el exterminio y la depredación de la naturaleza. Mas de cuarenta hombres y mujeres, principalmente jóvenes, incluso niños asesinados, decenas de personas que perdieron sus ojos, miles de personas heridas, más de mil desaparecidos/as, decenas de mujeres vejadas y violadas, víctimas de la brutalidad de policías, militares y paramilitares, que recibieron la orden, dada por Uribe y ejecutada por el subpresidente, de disparar sus armas dizque “para ejercer su derecho a defenderse y defender las instituciones”. El pueblo de Cali, que ha sido el epicentro del grandioso levantamiento popular, ha pagado el mayor tributo mas de treinta asesinados/as, centenares de heridos y centenares de desaparecidos.
Pero este terremoto social, no solo ha estremecido el orden interno y la brutalidad desatada por este gobierno ilegítimo, compatriotas que residen en el exterior se han movilizado para expresar su indignación, denunciar la masiva violación de los derechos humanos y llamar a la solidaridad mundial con esta justa lucha. Organismos internacionales de derechos humanos y la propia ONU han hecho público su rechazo al uso de armas letales y a la matanza ordenada por el régimen de Uribe-Duque; incluso gobiernos de paises de América, como los de Estados unidos, Argentina y México condenaron la barbarie a la que ha sido sometida la protesta social y pacífica del pueblo colombiano. Lo propio hicieron Cuba, Bolivia y Venezuela.
No debe caber ninguna duda de que el retiro del proyecto de la lesiva reforma tributaria y la renuncia del ministro Carrasquilla es una conquista de la huelga generalizada y no una concesión del uribato y su gobierno sanguinario; pero no es suficiente, la gran lucha que adelanta este pueblo en plazas y calles de Colombia no es solo por el retiro de la reforma; la gran huelga ha estremecido el orden instituido, los partidos del orden hicieron evidente su crisis de dirección, en el ambiente se respira una situación en la cual los de arriba no pueden gobernar y los de abajo no queremos ser gobernados por este régimen y su gobierno ilegítimo. Ese es el clamor que se percibe en el canto coreado por millones de voces insurgentes en las marchas por todo el territorio nacional, con adaptación a la música del himno “Bella Ciao” de los partisanos, este anhelo y exigencia de la salida del gobierno Uribe-Duque y su cortejo de cómplices y delincuentes:
“Una mañana he despertado y duque chao,
duque chao, duque chao, chao, chao.
Una mañana he despertado y hemos sacado al impostor,
Oh colombiano vamo’ a la lucha, y a duque
chao, duque chao, duque chao, chao chao
Oh colombiano vamo’ a la lucha, vamo a
salvar nuestro país.
Si su gobierno sigue matando, a duque
Chao duque chao duque chao chao chao
Si su gobierno sigue matando, no dejaremos de marchar…”
Al lado de esta canción emblemática la gran lucha que libra nuestro pueblo ha sido agitada a grito abierto por millones de voces la exigencia de ¡No más Uribe! Y ¡Uribe paraco el pueblo está berraco! Clamor que debe ser escuchado por los voceros y dirigentes que salgan de las entrañas del pueblo movilizado, para exigir la renuncia del subpresidente, su vicepresidenta y todo su gobierno y la convocatoria de elecciones limpias para elegir un nuevo y legítimo gobierno.
Grato es saber que se desarrollan procesos asamblearios y organizativos desde abajo en muchas ciudades y poblaciones donde se realiza la huelga, lo cual indica que las masas irán encontrando su propias formas de organización, dirección y representación política.
12 de mayo de 2021.
*Miembro de la Red Socialista de Colombia