El estrepitoso fracaso de la enseñanza española tiene su raíz más allá de los cambios de planes de estudios y leyes.

Animado por el sentido común y una larga experiencia como profesor de instituto, Ricardo Moreno Castillo desmenuza los tópicos que constituyen la base de nuestro sistema educativo y demuestra que en ellos radica ese desastre que casi nadie se atreve a discutir.

Autor del famoso Panfleto antipedagógico, un texto que se convirtió en un bestseller tanto en la red como en su edición para librerías, Moreno Castillo defiende asimismo sus tesis frente a los ataques lanzados desde el poder establecido del mundo de la pedagogía, y desarrolla y refuerza el análisis de los males de nuestra educación.

A su vez, en un alarde de incorrección política, defiende la vigencia de principios y valores como la autoridad, el esfuerzo, la disciplina, la memoria, el saber y la lectura, que son los grandes ausentes de nuestras escuelas e institutos.

Como escribe en su prólogo Eduardo Mendoza, los textos aquí reunidos “son mesurados en el tono, rezuman la paciencia del maestro y el convencimiento íntimo de que la sensatez acabará imponiéndose. El conjunto no es un panfleto, sino lo contrario: un análisis razonado y metódico, que en ocasiones presenta aspectos formales panfletarios muy divertidos”.

Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950) es licenciado en Matemáticas y, desde 1975, catedrático de instituto. Posteriormente estudió la carrera de Filosofía y se doctoró con una tesis sobre historia de la matemática. En 2006 publicó el exitoso Panfleto antipedagógico¸ que ya ha sido reimpreso en diversas ocasiones. Actualmente ejerce la enseñanza en el instituto Gregorio Marañón de Madrid y como profesor asociado en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense.

  • Quien tenga vocación dará clase más a gusto que quien carezca de ella, pero no por ello será necesariamente mejor profesor. Si buscamos una información sobre un médico queremos saber si diagnostica bien, no si tiene vocación.
  • Si los efectos de la reforma no son todavía más desastrosos, es porque los profesores hacemos bastante más de lo que estrictamente nos corresponde.
  • Un niño que está en primero de la ESO sin saber leer es una víctima más de un sistema delirante, y no es incumbencia de esa profesora paliar las deficiencias del mismo.
  • Si los profesores lleváramos a cabo una huelga de celo, cumpliendo estrictamente con nuestras obligaciones pero nada más, el sistema se hundiría en muy poco tiempo.
  • A quienes reivindicamos la disciplina y la autoridad en las aulas, los miembros de la Secta Pedagógica nos acusan de pretender unos alumnos sumisos y acríticos.
  • La tenacidad es la virtud de los estúpidos.
  • La pobreza de las críticas ya las escalifica por sí mismas.
  • En la formación de los nuevos docentes va a tener un papel cada vez más importante la Secta Pedagógica, con lo cual el deterioro irá a más y dentro de poco será irreversible.
  • La causa de la violencia en nuestras aulas no está, dígase lo que se diga, ni en los cambios sociales, ni en la televisión, ni en la presencia de emigrantes. Está en que nuestro sistema educativo no educa, es un sistema perverso porque ejerce la violencia y la tolera. La ejerce sobre los que quieren estudiar y no pueden por culpa de quienes boicotean la clase.
  • ¿Es para sorprenderse que un alumno completamente ocioso se porte mal?
  • El desprecio por el conocimiento y la falta de hábito de trabajo generan seres  inmaduros y, en consecuencia, propensos a la violencia.
  • Una persona madura no necesita agredir a un semejante para sentirse alguien.
  • Hoy los alumnos raramente tienen que responder de nada. Si no aprenden, la culpa es del sistema, que no los motiva. Si son zafios y maleducados, es que están inadaptados. Si no estudian, algo les pasa, a la vagancia se la conoce a menudo como “dificultades de aprendizaje”.
  • Una idea no por parecer novedosa es buena, pero además puede suceder que ni siquiera es novedosa.
  • Los resultados de la LOGSE no han sorprendido más que a los ingenuos, y la actual LOE no va a resolver absolutamente nada, por mucho que se financie. Un error no deja de serlo por estar mejor financiado.
  • Una nueva ley de educación habría que contemplar lo siguiente:
    • La protección de los que sí quieran estudiar.
    • Escolarización obligatoria no significa enseñanza común hasta los dieciséis años.
    • Valorar el saber y la excelencia.
    • Que se castiguen las faltas de disciplina y se admita sin rodeos que quien manda en clase es el profesor.
  • Un alumno de doce años que no quiera estudiar no sólo no va a estudiar, sino que también impedirá aprender a los demás. Por no dejar a un muchacho decidir sobre su futuro, se le permite decidir sobre el futuro de los demás.
  • Cuando los hechos contradicen las ideas podemos negar los hechos o rectificar las ideas.
  • El sistema considera la educación un derecho, pero su conculcación no es considerada delito.
  • El sistema no obliga a los padres a responsabilizarse.
  • La primera cuestión consiste, a mi juicio, en proporcionar a quien quiere estudiar el ambiente de trabajo y silencio que necesita para ello. La segunda, qué hacer con quien no quiere estudiar.
  • Quizás por primera vez en toda la historia, la generación de los padres está mejor preparada que la de sus hijos.
  • ¿Es, o debe ser, la escuela un reflejo de la sociedad? Mi respuesta es no, categórica y rotundamente, no. Más bien sucede lo contrario, la sociedad es un reflejo de la escuela que han tenido sus ciudadanos. Ésta es la razón por la cual pienso que podemos mejorar la sociedad mejorando la escuela.
  • Si la escuela fuera un reflejo de la sociedad, nunca podría servir la escuela para hacer una sociedad más buena, más justa y más culta.
  • La mayoría de nuestros alumnos se han acostumbrado a tener de todo sin necesidad de esforzarse en nada.
  • Se suele argumentar que nuestra sociedad es violenta y competitiva, y que eso se ha de reflejar necesariamente en las aulas.
  • La violencia en el mundo de la ficción, sea a través de los libros, del cine o de la televisión, ha existido siempre, y no tiene nada que ver con la violencia en el seno de nuestras aulas.
  • Error fundamental de la reforma educativa: complicar las cosas simples, disfrazar de ciencia lo que no es más que una cuestión de sentido común.
  • bien el virus de la estupidez ataca con especial saña a los teóricos de la pedagogía, o bien la pedagogía es, en sí misma, una estupidez.
  • Si los libros de pedagogía se mueren de risa en las estanterías, sin que los profesores vayan a buscarlos, no es porque a los profesores no les importe enseñar bien sino porque se han dado cuenta de que esos libros carecen de sentido, están vacíos, no sirven para nada.
  • La palabra diversidad, como la expresión atención a la diversidad, es una de las favoritas de los pedagogos. Decir que la escuela es el reino de la diversidad suena muy bonito, pero es lo mismo que no decir nada.
  • Esa obsesión por la diversidad en la escuela es irrelevante: si una práctica educativa es buena, es buena siempre y para cualquier alumno.
  • Montaigne: “En cada hombre está presente toda la condición humana, por mucho que cada ser humano sea único e irrepetible”.
  • Todo ser humano es más humano cuanto más quiere y más querido es.
  • Quien tenga una buena idea para mejorar sus clases, pues muy bien, pero que no piense que ha innovado, porque muy probablemente es una idea que ya haya sido pensada y puesta en práctica hace mucho tiempo.
  • Aunque todavía quede mucho por hacer, incluso los inmigrantes están en mejores condiciones de escolarización que las que tenían antes muchos niños españoles.
  • Si a veces los docentes son reacios a entusiasmarse con las novedades no es por inercia mental, ni mucho menos por pereza, es más bien porque la historia nos enseña que muchas novedades se quedaron en simples modas, y mientras duraron algunas de ellas fueron modas dañinas.
  • No entiendo cómo se puede educar sin autoridad.
  • El diálogo en sí mismo no puede formar parte de la educación sino muy tangencialmente.
  • Al educador que tenga reparos en ser autoritario hay que recordarle que hay chicos desnortados, educados sin pautas ni reglas, que acaban integrándose en las tribus urbanas buscando, precisamente, alguien a quien obedecer, unas normas que seguir.
  • Nuestra sociedad es familiar, no tribal, y al niño han de educarlo en primer lugar los padres, en segundos los profesores, y si unos y otros tiene escrúpulos en ejercer la autoridad, entonces es cuando el niño busca, inevitablemente, el apoyo de una tribu.
  • Para criticar las cosas, hay que saber de qué se habla, y para saber cosas, hay que estudiar.
  • Quejarse de lo decadente de nuestra sociedad capitalista y consumista está al alcance de cualquiera, por ignorante que sea, porque no exige profundos conocimientos políticos ni mayores trámites cerebrales.
  • Hay que tener una buena dosis de humildad para reconocer que sólo podemos pensar a partir de lo que han pensado quienes nos precedieron, pero esa humildad es compañera insoslayable del verdadero espíritu crítico.
  • Quien se pasa la vida denunciando las contradicciones de la sociedad que le rodea y es incapaz de reflexionar sobre las propias no tiene un espíritu crítico, simplemente es un cantamañanas.
  • En el sistema actual parece que el alumno nunca tiene la culpa de nada, ni de su mal comportamiento ni de su vagancia.
  • Es mucho más educativo exigir a los alumnos que se adapten a unas normas y unos programas y no que se crean con derecho a que los programas y las normas se amolden a ellos.
  • Dicen los críticos que por medio de la asignatura educación para la ciudadanía se puede manipular y adoctrinar a los alumnos. Eso es cierto, como también se les puede manipular por medio de la filosofía, la literatura o la historia. La solución en estos casos está en evitar la manipulación, revisando los textos y consensuando los programas, no en suprimir la asignatura.
  • La única asignatura inevitablemente doctrinaria es la de religión.
  • La objeción de conciencia es admisible, a mi juicio, en dos situaciones. La primera, cuando una ley entra en el ámbito de lo privado. El segundo caso se daría si los poderes públicos pretendieran suplantar a un profesional en su responsabilidad (el ministro no puede decidir cómo debo explicar mi asignatura).
  • No entiendo que la objeción de conciencia a la asignatura de educación para la ciudadanía entre en ninguno de los dos presupuestos anteriores. Sería razonable objetar a una asignatura obligatoria de religión, pero no lo sería objetar una asignatura de historia de las religiones.
  • Se debe estudiar historia de la ciencia.
  • Si no hay tiempo para profundizar en los conceptos subyacentes a los teoremas que se están utilizando, mucho menos lo hay para describir su gestación a lo largo de la historia.
  • En algunas ocasiones, cuando nos explican algo por primera vez, nos parece muy fácil, que a cualquiera podría habérsele ocurrido, y luego la historia nos enseña que ha sido el resultado de siglos de trabajo.
  • El estudio de la historia de la ciencia es útil para ver el parentesco entre unas materias y otras. Las distintas disciplinas se han independizado de su cepa común no hace mucho, pero la relación entre ellas se ha oscurecido en muy poco tiempo.
  • Algo tan práctico y cómodo como nuestro sistema de numeración posicional no fue capaz de crearlo ni el genio griego, y desde que lo trajeron los árabes de la India hasta que fue universalmente aceptado pasaron siglos.
  • El conocer bien la historia de la materia que explica vacuna al profesor contra muchas de las tonterías pedagógicas de moda.
  • La historia no necesita de material inasequible, tan sólo de viajar de cuando en cuando a visitar archivos y bibliotecas, e incluso eso será cada vez menos necesario a medida que vayan digitalizándose los documentos.
  • El libro es el arma para acorazarse contra la soledad, la realidad y la rutina.
  • Según los especialistas en dietética y alimentación, somos lo que comemos, pero más cierto es que somos lo que leemos.
  • No somos otra cosa que el conjunto de nuestros recuerdos, y entre ellos están, de un modo particularmente vivo, no los de las cosas que hemos hecho, sino de las que hemos imaginado hacer.
  • Por medio de los libros vivimos unas aventuras que nunca podríamos vivir en la realidad y que, las más de las veces, tampoco nos hubiera gustado vivir.

Ricardo Moreno Castillo: "La pedagogía ha dejado la enseñanza en los huesos"

Hace ya una década, Ricardo Moreno Castillo escribió un libro, el Panfleto Antipedagógico, en el que abogaba por aprender más cosas de memoria y criticaba «una enseñanza pretendidamente lúdica donde no se inculca el hábito de estudio». En La conjura de los ignorantes. De cómo los pedagogos han destruido la enseñanza (Pasos Perdidos), este catedrático de Matemáticas de instituto, ya jubilado, sigue argumentando en defensa de una enseñanza «rigurosa», «exigente» y «disciplinada», pero incide también en que la pedagogía es «una jerga, y no una ciencia», llena de «patochadas», «estupideces» y «desvaríos».

¿Por qué dice que los pedagogos son «los que literalmente han acabado con la enseñanza pública en España»?

La pedagogía es una jerga extravagante, y eso se ve a lo largo del libro, que es precisamente una antología de extravagancias pedagógicas. Y ese lenguaje vacío hace mucho daño porque ha vaciado la enseñanza hasta dejarla en los huesos. Le ha dado mucha importancia a las destrezas, las habilidades y la autoestima, pero no ha dado importancia ni a los contenidos ni al saber.

¿Los universitarios de ahora tienen peor nivel educativo que los de hace 30 años?

Sin lugar a dudas. En primer curso de muchas ingenierías sería impensable poner problemas de Matemáticas que antaño resolvían estudiantes de 3º de BUP.

¿Qué opina del «aprender a aprender»?

Es una insensatez. A aprender se aprende aprendiendo, igual que a nadar se aprende tirándose a la piscina. No hay algo así como un «aprender a aprender a nadar» que luego te permita aprender a nadar. Además, si para aprender es preciso «aprender a aprender», previamente habrá que «aprender a aprender a aprender», lo cual nos lleva a un retroceso al infinito de consecuencias metafísicas impredecibles.

¿Para qué sirven las facultades de Educación?

Tal como están, para nada, y no hay más que ver el bajísimo nivel de quienes salen de ellas.

Dígame cinco cosas que cambiaría para mejorar la educación en España.

Primero pondría un Bachillerato considerablemente más largo y riguroso. El PP había prometido un Bachillerato de tres años -un paso tímido, pero en la buena dirección-, pero no cumplió su palabra. Segundo, una FP más temprana para aquellos a quienes no les atraiga ese Bachillerato. Tercero, una reválida tras la enseñanza común y otra al finalizar el Bachillerato. Cuarto, enseñar cosas y contenidos: sin memoria no hay aprendizaje posible. Y quinto, el profesor ha de ser una autoridad y la disciplina, una exigencia irrenunciable.

En la era Google, ¿es más importante que los docentes tengan una buena base de conocimientos concretos o que se centren en aprender a cómo transmitirlos de forma eficiente?

Google no es más que una gran enciclopedia en la que se pueden consultar datos puntuales. Pero nadie aprende Gramática, latín, Matemáticas o Historia navegando por internet. La figura del profesor que sabe mucho y ama el saber sigue siendo imprescindible.

¿Por qué es importante la autoridad?

La autoridad es indispensable porque nadie quiere ser educado; por eso se habla de «enseñanza obligatoria». Y, cuando a los profesores se les despoja de la autoridad, el resultado no es una alegre camaradería entre los estudiantes, sino la tiranía de los más gamberros sobre los demás.

¿Se han convertido en tabúes el esfuerzo y la excelencia?

Son tabúes porque quienes van de políticamente correctos sostienen que la culpa del fracaso escolar es del sistema, como si todos los niños fueran buenos y trabajadores. Lamentablemente no es así, un niño puede ser vago y mala persona y, si esto se disimula con el lenguaje políticamente correcto, nunca conseguiremos que deje de ser vago o mala persona.

¿Qué opina del cambio educativo que han hecho, por ejemplo, los jesuitas en Barcelona quitando libros de texto, asignaturas, horarios y exámenes, y de otras metodologías que están tan de moda últimamente, como la flipped classroom o aula invertida?

Dicho así, parece un delirio impropio de una orden que ha dado tantos y tan buenos intelectuales. El estudio requiere organizar lo que se estudia (precisamente por medio de asignaturas), un estudio sistemático y ordenado (esto es: horarios) y unos controles (exámenes).

¿Qué piensa de la educación emocional?

Uno se educa emocionalmente, sobre todo entre los amigos y la familia, y en la escuela se ha de aprender aquello que ni la familia ni los amigos pueden enseñar. Ahora bien, también enseñando contenidos se pueden inculcar criterios morales y crear un ambiente donde los alumnos puedan hacer amistades y ayudarse unos a otros.

¿Cómo les decimos a los jóvenes que lo que importa es esforzarse cuando en este mundo en el que vivimos el esfuerzo ya no garantiza nada?

Si quien se esfuerza no tiene nada garantizado, quien no se esfuerza lo tiene mucho menos. Y no hay aprendizaje que no requiera esfuerzo, trabajo y constancia.

¿Qué se hace con los alumnos que no quieren aprender?

A quienes no les interesa una enseñanza más académica hay que darles otras alternativas, como puede ser la FP, pero no se les puede tener encerrados para que no dejen aprender a quienes sí quieren.

¿Tienen los alumnos españoles demasiados deberes?

A mi juicio, hacen muchas tareas inútiles. Los trabajos de recortar y pegar llevan mucho tiempo, no son nada instructivos y pringan a toda la familia. Una redacción de pocas líneas, una suma de fracciones o memorizar un poema o la lista de los reyes de la Casa de Austria son cosas más útiles y llevan menos tiempo.

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