La Red Socialista de Colombia ante los graves acontecimientos sociales de los últimos 45 días emitió la siguiente Declaración Política:

El pueblo colombiano ha sido protagonista de la huelga general más larga y masiva de nuestra historia, el gran acontecimiento, en inéditas, multitudinarias y pacíficas jornadas cotidianas de protesta en las calles a lo largo y ancho del país. Durante 45 días de lucha hemos sido testigos de la irrupción de las juventudes y las mujeres, que constituidas en la que llamaron la primera línea, se pusieron al frente de las movilizaciones, no solo para defender, con sus  escudos artesanales, las multitudes rebeldes de la brutal represión de las fuerzas armadas estatales y paramilitares, sino para notificar al país y al  mundo que han decidido luchar contra la pobreza, la miseria, el desempleo, la explotación y el no futuro al que  ha sido sometido nuestro pueblo, principalmente las y los jóvenes, durante décadas de  gobiernos oligárquicos, neoliberales y despóticos. En especial contra más de 20 años del régimen genocida y corrupto de Álvaro Uribe Vélez, presidente en cuerpo ajeno del subpresidente Duque y sus cómplices, banqueros, terratenientes empresarios, políticos, militares, paramilitares y mafias narcotraficantes.

La juventud, teniendo a las mujeres como componente esencial, ha jugado un papel protagónico central en este fresco movimiento de masas que ha expresado su indignación en las calles, dándole un nuevo sentido a esta lucha política de largo aliento que se inició el 28 de abril y que seguirá expresándose en el escenario político de diferentes maneras. La acertada consigna de RESISTENCIA fue acompañada de la conformación de brigadas de defensa de las movilizaciones, puntos de resistencia como Puerto Resistencia en Cali, y el Portal de la Resistencia en Bogotá, el Parque de la Resistencia en Medellín, la Avenida Santiago Murillo, resignificada en honor al joven asesinado en Ibagué,  entre muchos otros, en donde no solo resistieron las oleadas represivas del ESMAD, sino que los convirtieron en sitios de deliberación pública,  asambleas populares, ollas comunitarias, centros culturales y artísticos, que integraron familias enteras, dispuestas a sostener la justa causa del Paro Nacional. También recurrieron a los bloqueos como formas pacíficas de presión al gobierno para buscar una salida democrática y negociada al gran conflicto.

El carácter nacional y multitudinario de la gran huelga es reconocido por el propio gobierno en su reciente informe, en el cual registra que hasta el 13 de junio se realizaron 6.987 concentraciones, 2.408 marchas, 669 movilizaciones, 34 asambleas populares, en 864 municipios de 32 departamentos. Dada la escasa veracidad de las cifras oficiales, con toda seguridad, las jornadas de combate fueron muchas más.

Por orden del uribato y su patrón Uribe, el subpresidente Duque, le declaró la guerra a la huelga y desató la más criminal y violenta represión contra las multitudes rebeldes, desplegó las fuerzas policiales y militares, que en operativos  conjuntos con civiles armados, constituidos en bandas neo-paramilitares urbanas, dispararon en más de 200 ocasiones contra los cuerpos inermes de los y las manifestantes, no solo balas de goma, perdigones y bombas de gases, sino la prohibida en otros países, arma Venom, así como armas de fuego largas y cortas, que causaron la muerte de más de cien jóvenes, mutilaron los ojos de 65,  dejaron 167 heridos/as, 1.649 detenidos/as arbitrariamente, torturaron decenas de detenidos/as,  y cometieron violencia sexual, abuso y violación a por lo menos 30 mujeres y niñas (Fundación Temblores y otras). Estas aterradoras acciones son la prueba del recurso al terrorismo de estado, para sofocar a sangre y fuego la legítima protesta, con su deriva de violación masiva de los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad y genocidio, como recurso criminal que le ha permitido mantenerse en el poder durante los últimos cuatro lustros.

La contundencia de la rebelión popular obligó al gobierno a retroceder en sus propósitos de descargar el peso y los costos de la crisis económica, agravada con la  crisis sanitaria  generada por el Covid 19, sobre la  clase trabajadora, los sectores más pobres de la población y las clases medias y fue  forzado a desistir del regresivo proyecto de reforma tributaria, a archivar el proyecto de Ley 010, a declarar que habrá matrícula cero para el segundo semestre en las Universidades públicas, todos logro indiscutibles, que el gobierno seguramente intentará volver a imponerlos maquillados y con ropajes distintos.

La huelga de masas, como era de esperarse, produjo además un golpe fuerte a la producción y a las ganancias de los grandes gremios económicos; así como, resquebrajamiento de la economía. El gobierno, luego de terca negativa, accedió e hizo llamado a la negociación, que fue aceptada por el Comité Nacional del Paro (CNP), pero a condición previa de que el presidente cesara la represión y la masacre y respetara las garantías para ejercer el derecho a la protesta social. El preacuerdo firmado entre el CNP y voceros presidenciales fue revertido por el propio Uribe-Duque y quedó evidente que se trataba de una maniobra para dilatar y alargar el conflicto.

Los días previos y posteriores al 28 de mayo, el gobierno, el empresariado y los medios de comunicación masiva han desarrollado una campaña sostenida y sistemática de odio, victimización, difamación y distorsión de  los promotores y los propósitos del paro, mediante acusaciones de obedecer intereses extranjeros, de los grupos guerrilleros y de disidencias de las Farc; pero, contrario a lo que esperaban, los altos índices de  apoyo a la huelga y de participación del pueblo en las masivas movilizaciones  crecieron de manera exponencial. Entre tanto, se hizo innegable la ineptitud y la incapacidad del subpresidente para manejar la crisis social hecha huelga de masas y desnudó el resquebrajamiento del partido del orden, con sus  distintas fracciones, los partidos de derecha, de extrema derecha, gremios económicos y banqueros,  que agudizaron sus contradicciones, frente a un gobierno profundamente débil, a tal punto que hizo explotar la propia conformación del mismo, con la caída de los ministros de hacienda y su viceministro, de relaciones exteriores, la ministra de cultura, el alto comisionado de paz y “negociador”, el embajador en Washington, etc.

Crisis de tal gravedad que Uribe empezó a gobernar personalmente y a dar órdenes de militarizar y reprimir, despejar por la fuerza de las armas los bloqueos y a disparar contra los manifestantes. El grado de debilidad y de incompetencia del gobierno es tan ostensible que hoy está sostenido en el esquema bonapartista de la policía, el ESMAD y las fuerzas armadas que gobiernan la calle, con un congreso que funciona como caja de resonancia de los intereses oligárquicos, los apetitos burocráticos y de la corrupción.

En este escenario de lucha de clases, de rebeldía popular y democrática en las calles, la  oposición política electoral jugó un rol bastante opaco, casi desaparecida, la Coalición de la Esperanza estuvo ausente, en cambio la actuación del máximo caudillo de la Colombia Humana y del Pacto Histórico, Gustavo Petro, pese a los señalamientos que le hicieron de ser el promotor del paro, se expresó como de sostén del gobierno del subpresidente Duque, así lo demuestran los hechos, llamó a la desmovilización del movimiento de masas más potente que se haya dado  en décadas en Colombia, con el argumento de que el objetivo de la caída de la reforma tributaria  ya se había logrado, capituló con la consigna de que había que “rodear a Duque para defenderlo de Uribe”,  culpó los bloqueos de generadores de violencia, no reconoce que jugaron un papel de fortalecimiento de la protesta pacífica, cuando debió registrar que la violencia fue el recurso de las fuerzas armadas del gobierno y sus pistoleros paramilitares para desmantelarlos, acusó a los jóvenes de no entender la situación, pese al alto costo político y humano, de su cuota de muertos, mutilados, detenidos, heridos, torturados, ultrajados y desaparecidos.

El logro político más importante de esta huelga de masas sin precedentes en nuestra historia, es la irrupción del nuevo y extraordinario sujeto político colectivo, plural, comunitario y cultural, liderado por la juventud, las mujeres y la Minga Indígena, con la participación de la clase trabajadora, los obreros portuarios de Buenaventura, el campesinado del Ariari, en clara ruptura con el uribato, de Boyacá y los Santanderes,  los y las docentes, que fueron los grandes animadores en las movilizaciones, los camioneros, las comunidades afrocolombianas, las comunidades de los barrios populares, las redes sociales, las expresiones artísticas, el periodismo alternativo, los y las docentes, las resistencias, la solidaridad  de connacionales y pueblos  en el exterior.

Es este el rasgo principal de la lucha popular sostenida en estas siete semanas de genuina rebeldía; se trata del surgimiento de una nueva oposición política, que ha ejercido la gesta democrática, social y popular en las calles, en la protesta social, en los puntos de resistencia, en el escenario cultural, con una identidad básica de propósitos por los cuales lucharon en esta magnífica rebelión. Se trata de una nueva forma de acción política, de ruptura en la práctica con los partidos de la oligarquía; pero, también con los extremismos de izquierda y guerrilleros, así como con los populismos de izquierda electoral y del llamado centro. Los socialistas apoyamos y hacemos nuestro el surgimiento desde abajo de procesos organizativos, autogestionarios, de ayuda y apoyo mutuo en el fortalecimiento de las luchas regionales en este gran paro nacional.

Es entendible que en siete semanas la huelga se haya debilitado, también con los acuerdos alcanzados por los camioneros con el gobierno y por la coordinadora de resistencias con la alcaldía de Cali, en un acto de desobediencia civil y seguramente con otras alcaldías, contra el Decreto 575, con el que el gobierno propinó un golpe de Estado a gobernadores y alcaldes y los subordinó a las autoridades militares. Pero, resulta paradójico y contradictorio que el Comando Nacional de Paro no haya acogido la consigna más agitada, incluso coreada y cantada, con adaptación del himno de los partisanos, por las multitudes en las calles era “Duque Chao, Duque chao, chao, chao”… como claro mensaje de que entendían que el uribato y su gobierno hacen parte del problema y no de la solución y concluyente exigencia de la renuncia de este gobierno incapaz y genocida.

La consigna sigue siendo válida y el pueblo debe agitarla con mayor fuerza, porque entendió que el dúo Uribe-Duque es el único responsable de la crisis, de la violencia y los crímenes de lesa humanidad que cegaron la vida de más de un centenar de jóvenes y niños, torturaron y vejaron a miles de víctimas. Pero también porque, rompió el ordenamiento constitucional, violó los derechos y garantías consagrados en la carta, violó la prohibición constitucional de sacar los militares a reprimir las protestas, despojó a los alcaldes de su obligación de dirigir el orden público, ordenó el uso excesivo de la fuerza y consintió los operativos conjuntos de policías y paramilitares para disparar contra los manifestantes.  Este gobierno no representa la unidad de la nación y por lo tanto la consigna de exigir su renuncia y anticipar las elecciones, elegir un gobierno provisional e iniciar un proceso constituyente debe ser la exigencia que se debata en las asambleas populares, sindicales, estudiantiles, barriales, en los puntos de resistencia, en fin, hay que generalizar la deliberación pública con este propósito.

La decisión de último momento, adoptada de manera unilateral por FECODE y el Comando Unitario (el de las cuatro centrales sindicales), sin contar con el consenso del CNP, de levantar el paro, con el eufemismo de “cambiar de táctica”, es sin duda un acto divisionista y desmovilizador, injustificable desde todo punto de vista. Esas dos importantes organizaciones no representan la inmensidad del paro y por respeto a esta realidad debieron promover el debate entre todas y todos los actores de esta magna rebelión, para evaluar el estado de la gente y tomar una decisión colectiva sobre el rumbo que debería tomar la lucha.  Es a todas luces equivocado promover la desmovilización, para trasladarla a una hipotética victoria electoral en 2022.

¡QUE SE VAYAN TODOS!

¡RESISTENCIA! ¡RESISTENCIA! ¡RESISTENCIA!

¡LA LUCHA CONTINÚA!

RED SOCIALISTA DE COLOMBIA